Esta crónica fue escrita como trabajo final del Taller de Escritura de No Ficción de la Escuela de Periodismo de la Universidad Austral de Chile, que dictó el periodista Rodrigo Obreque Echeverría para estudiantes de primer y segundo año.
El texto fue actualizado para su publicación en el Grupo Diario Sur.
Por Emilia Burgos Villalobos
Si vas al Coliseo Antonio Azurmendy, siempre y cuando juegue el Club Deportivo Valdivia, lo verás sentado detrás de la banca local, en la butaca L 12 del sector Cau Cau gris. En la butaca de al lado probablemente esté su hijo Joaquín, de pie y con una bandera blanca con una equis roja, la bandera de Valdivia, la bandera de la capital del básquetbol chileno.
Carlos “Colo” Tobar tenía seis años cuando fue por primera vez al Coliseo Municipal de Valdivia, era el año 1976. Su papá, Carlos Cacho Tobar, lo llevó a ver el clásico valdiviano entre Club Deportivo Phoenix y Salesiano. Han pasado 47 años desde aquella vez.
Cacho Tobar fue dirigente del Club Deportivo Phoenix durante 30 años, por lo que era el equipo al que iban a apoyar. Cuando “Colo” piensa en el coliseo, la primera sensación que viene a su mente es la impresión que le causó aquella vez.
“El coliseo estaba lleno, no se distinguían escaleras de butacas, ni butacas de la galería. Era un mar de gente, un mar de pasión. Recuerdo ser un niño y estar sorprendido de ver tanta gente vibrando por y, sobre todo, con su equipo”, cuenta hoy el “Colo” desde su sala de estar, con sus perros acostados en el sillón. Detrás de sus lentes y del cansancio de una jornada laboral en BancoEstado, hay una sonrisa al recordar su primera vez en la “catedral del básquetbol chileno”.
En ese momento, la competencia local era de altísimo nivel. Había seis equipos en Valdivia, de los cuales cuatro eran protagónicos y fueron los que estuvieron activos por más tiempo: Club Deportivo Phoenix, Salesiano, Club Deportes Las Ánimas y Universidad Austral de Chile.
Los equipos, conformados por 12 jugadores, contaban con dos o tres refuerzos extranjeros, quienes eran los únicos que recibían un sueldo. El resto entrenaba por amor al deporte, a la ciudad y a su equipo. Jugar en el coliseo era un honor para ellos.
El Coliseo Municipal Antonio Azurmendy Riveros tiene el nombre de uno de los principales dirigentes del básquetbol valdiviano y nacional, quien además fue alcalde de Valdivia entre 1973 y 1976 y sigue siendo reconocido actualmente por haber sido dirigente durante el auge del básquetbol valdiviano. El gimnasio se inauguró en 1966 con el Campeonato Mundial Extraordinario Masculino de Básquetbol.
Existe un mito de que el coliseo fue un regalo de Estados Unidos tras el terremoto de 1960, lo que explicaría por qué tiene la forma de los recintos deportivos estadounidenses, pero lo cierto es que tanto los jugadores como los hinchas valdivianos desconocen su origen.
Lo indesmentible es que este gimnasio es uno de los más históricos de Chile: ha sido sede de premundiales y campeonatos sudamericanos y además recibió el 2015 a los Harlem Globetrotters y a destacados artistas como Los Prisioneros, Charly García, Los Jaivas, Illapu y Sexual Democracia.
A mediados de la década de 1940 surge el campeonato Provincias del Sur, un torneo histórico en el cual se enfrentaban las selecciones de Concepción, Temuco, Valdivia y Osorno. Era un honor ser seleccionado de Valdivia; significaba que los elegidos eran considerados entre los doce mejores jugadores de todos los equipos.
“Lo que más rescato de esa época es que nació mi único ídolo deportivo. Yo no tengo ídolos en el fútbol ni tampoco en el remo, que fue mi deporte. El único ídolo que reconozco es ‘Chumilla’ Ziegele”, dice Colo Tobar.
Fernando “Chumilla” Ziegele juega desde 1961, es decir, desde los 9 años. Empezó gracias a Eddy Bermúdez, un costarricense traído por la Asociación de Básquetbol de Valdivia para levantar este deporte en la ciudad.
Bermúdez inició una escuela de básquetbol en la antigua Escuela Normal, en la que participaban cerca de 500 niños, entre ellos el “Chumi”. Poco después llegó el panameño Luis “Pipo” Celis, quien formó la rama de básquetbol del Phoenix. Junto con este club nace también la figura del “Chumilla”, quien se transformaría en un ícono del básquetbol valdiviano y nacional.
En la época en la que “Chumi” jugaba por Valdivia no existían los tiros de 3 puntos, a pesar de esto, él lanzaba desde una gran distancia, la pelota ser perdía entre las luces del coliseo y volvía a aparecer una vez dentro del canasto. Además de su gran habilidad, “Chumilla” es conocido por ser una gran persona que se emociona con el básquetbol y con el cariño de la gente. Esas son las cualidades que forman a un ídolo.
Antes de la construcción del coliseo, los equipos valdivianos jugaban en el Regimiento Caupolicán, luego en el gimnasio del Liceo Comercial ubicado en la avenida Ramón Picarte, para finalmente trasladarse de forma definitiva al gimnasio que se convertiría en la catedral del básquetbol chileno.
“El coliseo es hermoso. Yo creo que debe ser de las canchas más lindas de Latinoamérica, por no decir la más linda. Se supone que sólo entran 3.700 personas, pero todos sabemos que entran 5 mil, incluso 6 mil usando escaleras, barandas, lo que sea”, comenta “Chumilla”.
-¿Por qué al coliseo se le llama catedral?
“Todos sabemos lo que significa una catedral: es algo divino, magnífico, majestuoso. Creo que eso es el básquetbol valdiviano, algo digno de admirar. La gente de afuera espera que una ciudad como Valdivia tenga un gimnasio pequeño, un gimnasio chico para una ciudad chica, pero quedan sorprendidos cuando ven una cancha como esta, que no sólo es grande y moderna, sino que está llena de emoción y pasión”.
-¿Cómo se siente esta pasión desde dentro de la cancha? ¿Qué se siente escuchar a 6 mil personas gritando y aplaudiendo?
“Chumilla” lo describe como algo inimaginable, como un sentimiento que quedó marcado en su abdomen. Dice que desde los camarines ya escuchaba el rugido del público y cada vez que piensa en ese sonido se llena de nostalgia y se le ponen los pelos de punta.
En la época en la que “Chumilla” era seleccionado valdiviano de básquetbol, vestir la camiseta era un honor, pero también un peso. Sentía que debía ganar por su público, por su gente, por su ciudad.
“Esa es la pasión que se construye en la catedral del básquetbol, la pasión del público, pero también de sus jugadores. Las risas y las lágrimas son de la gente, pero también del equipo”, dice.
Hoy, “Chumilla” Ziegele está sentado en el comedor de su casa, con una latente emoción en sus ojos, junto a una libreta en la que tiene anotadas las clases que debe dar mañana. Es entrenador personal y el deporte sigue siendo parte esencial de su vida; tanto así, que instaló un pequeño gimnasio en su hogar.
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En el coliseo, las bancas del equipo local y de la visita están ubicadas actualmente en el sector Cau Cau gris y amarillo, respectivamente. En los inicios, la distribución era distinta: las bancas estaban detrás de cada aro.
“Cuando el Phoenix todavía existía, el lugar de la hinchada era Cau Cau azul. Yo siempre me senté ahí, hasta que la rama de básquetbol del Phoenix desapareció. Fue un momento duro. Todos los clubes fueron desapareciendo lentamente”, cuenta el “Colo” Tobar.
El Club Deportivo Phoenix llegó a transformarse en el equipo más importante de Valdivia, el único que participaba en la División Mayor del Básquetbol Chileno (Dimayor), liga que desaparecería en 2013 para darle lugar a la actual Liga Nacional de Básquetbol (LNB).
A pesar de ser el club de la ciudad, en 1986 el Phoenix decidió desligarse de la Dimayor principalmente por temas económicos; el básquetbol había empezado un proceso de profesionalización. Esto implicó que Valdivia, considerada como la capital del básquetbol de Chile, estuviera a punto de desaparecer del panorama cestero.
Para evitarlo, en 1987 se formó un nuevo club, que reunía a los mejores jugadores de los clubes tradicionales de la ciudad: el Phoenix, el Salesiano y Deportivo UACh. Así, un 19 de enero nació el Club Deportivo Valdivia (CDV), con un plantel similar al de la selección valdiviana que había jugado en el Campeonato Provincias del Sur.
“Colo” Tobar siempre estuvo vinculado al Phoenix. Su padre era tesorero y él remaba por el club. Para darle prioridad a la rama de Remo, que tantos éxitos le ha dado a Valdivia, la disciplina del básquetbol desapareció. Pese a ello, el “Colo” ya había sido infectado por el virus del básquetbol, por lo que a falta del Phoenix empezó a asistir a los partidos del CDV, lo que continuó haciendo durante su época universitaria y también cuando empezó a trabajar. El CDV había ganado un hincha más.
Luego se le unieron sus dos hijos y así como su padre lo había llevado desde una edad muy temprana, “Colo” hizo lo mismo con su hijo Joaquín y su hija Florencia, aunque en ese período el CDV estaba pasando por un mal momento.
“Había ganado la Dimayor 2001-2002, pero después de eso pasaron 15 años. Quince largos años en los que el club no ganaba nada”, dice “Colo”.
Esta situación cambió en la temporada 2015-16, cuando CDV salió campeón venciendo a la Universidad de Concepción (UdeC) en una serie de infarto.
El tercer partido se jugó en Valdivia, pero el equipo llegó de Concepción con dos partidos perdidos: era ganar el tercer partido o despedirse del campeonato.
“Colo” no olvidará jamás el doble de Arnold Louis. Esos puntos le devolvieron la vida al equipo y fue gracias a eso que Valdivia ganó. Y después venció también el cuarto partido. Para el quinto compromiso, “Colo”, sus dos hijos y 600 valdivianos viajaron a Concepción, donde ocuparon la cuarta parte del estadio de la UdeC.
El partido lo ganó el CDV en el alargue, luego de que Erik “Cachete” Carrasco convirtiera un doble en el último segundo del tiempo reglamentario.
“Yo te diría que ese fue el momento en que Valdivia se consolidó como la capital del básquetbol, el momento en el que demostró que el coliseo era realmente una catedral; empezó la venta de poleras, surgió la marea albirroja, empezaron los abonos. Entonces surge la catedral no sólo como edificación, surge como espacio, como ambiente, como la fiesta del básquetbol”, dice “Colo” y su voz denota que habla con nostalgia.
En 2015 el CDV empezó la campaña de los abonos, donde los hinchas podían comprar una entrada para toda la temporada. Ese mismo año, “Colo” compró sus primeros tres abonos, para él y sus dos hijos.
Por primera vez no se sentaría en el sector Cau Cau azul, sino en Cau Cau gris, en los asientos K15, K16 y K17, detrás de la banca local. Después de la pandemia, cambió sus abonos para quedar ubicado una fila más adelante.
Para “Colo” sentarse detrás de la banca es ver un partido diferente. Desde su nuevo puesto puede escuchar las instrucciones del entrenador cuando pide minuto y arma una jugada que le causa satisfacción si se cumple y frustración si no resulta.
“Desde Cau Cau se tiene una vista privilegiada de la fiesta del básquetbol, de la barra, la bandera, los globos, los banderines, los rollos de papel. Es realmente un espectáculo”.
“El lado contrario a Cau Cau, Huachocopihue, es el lado entretenido, el lado movido del público. Es impresionante ver tanta gente tan apasionada. Por eso el coliseo es una catedral, es la fusión entre el público y el edificio. La edificación sin hinchas no es catedral y la gente sin coliseo no es hinchada” reflexiona el “Colo” sin despegar su vista de las fotos del coliseo que va pasando con los dedos en la pantalla de su celular.
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La final de la temporada 2018-19 de la Liga Nacional de Básquetbol la protagonizaron el Club Deportivo Valdivia con el Club Deportivo Colegio Los Leones, de Quilpué.
Los clubes disputaban una serie al mejor de siete, así es que quien se impusiera en cuatro partidos, ganaría el campeonato. El CDV tuvo mejores números durante la serie, lo que le aseguró la localía en la final. Los primeros dos partidos se jugaron en el coliseo.
El 20 de abril de 2019 se jugó el primer partido de la final con un resultado de 90 a 82 a favor del local. Al día siguiente, un domingo de resurrección, se disputó el segundo encuentro.
En el básquetbol chileno, un partido se divide en cuatro tiempos de 10 minutos cada uno, que al sumarle las interrupciones y descansos puede extenderse por una hora y media o dos horas como mucho. Pero el segundo partido de la final fue tan reñido que tuvo tres prórrogas y duró tres horas. Fue una jornada extenuante que terminó con una nueva victoria del CDV. La alegría en el coliseo, por supuesto, fue total.
El fin de semana siguiente, el equipo valdiviano y su hinchada se trasladaron a Quilpué, donde perderían el tercer partido, pero ganarían el cuarto tras una prórroga. Con esa victoria, el CDV volvía a casa con la serie 3 a 1 a su favor y la posibilidad de salir campeones si ganaban el quinto partido en la catedral.
La noche del sábado 4 de mayo de 2019, cuando quedaban unos dos minutos para el final del partido, un hincha del CDV encendió la linterna de su celular, luego se prendió otra luz y otra hasta que las luces rodearon el coliseo.
El CDV ganaba por 10 puntos y el público rugía hasta impedir que cualquier otro sonido se escuchara. Cuando quedaban 31,3 segundos y el marcador estaba 82 a 67, todos los asistentes a la catedral se pusieron de pie y aplaudieron. La victoria era inminente.
“Colo” grabó un video de ese momento, de la catedral del básquetbol completamente iluminada. En el video no se escucha ni siquiera el bombo de la barra, sólo se oyen los aplausos y los gritos de los hinchas. Este video lo subió a las redes sociales acompañado por un texto en letras mayúsculas.
El texto dice: ¡¡¡¡LA CATEDRAL DEL BASKET CHILENO!!!!
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