Hace unos días, la prestigiosa revista Sciense publicó un artículo titulado “¿Crece el árbol más antiguo del mundo en un barranco en Chile?”.
Desde entonces, Jonathan Barichivich, el científico ambiental unionino que estimó la edad del árbol por medio de una compleja investigación, ha visto cómo el tema ha despertado el interés de diversos medios nacionales e internacionales. Para él, más que un nuevo récord, esto es un acto de justicia.
La historia de la familia Henríquez, "Los Guardianes del Alerce Costero", está íntimamente relacionada con los alerzales. Su abuelo, Aníbal Henríquez, llegó a la zona proveniente de Lautaro en los años cuarenta. Allí, en un inicio, trabajó en faenas forestales, para luego trabajar como guardaparques.
Tan ligada estuvo la biografía del abuelo de Jonathan al bosque de alerces, que incluso falleció allí.
“Cuando yo tenía ocho años, murió patrullando. Le dio un ataque en su caballo, El caballo llegó solo. Murió en los alerzales.
Desde entonces, su identidad y su formación académica han estado unidas en torno al estudio y protección de estos bosques,otrora olvidados.
Hoy, es otro el cuento. Hoy, los bosques están circunscritos a un parque nacional. Hoy, habitaría allí el árbol más antiguo del planeta, el “Gran Abuelo”.
Por estos días Jonathan se encuentra junto a su familia en los bosques donde creció, observando con una postura un tanto escéptica el revuelo causado por la comentada publicación en un reconocido medio internacional.
“Es un arma de doble filo, porque va a traer más turistas. Nosotros pretendemos alejar el alerce de los turistas físicamente y reducir la amenaza que significa una mayor cantidad de visitantes”, advierte empezando una conversación en exclusiva con Diario de Valdivia.
Y con razones fundadas. En contraposición a lo que creían todos, y a lo que sale en la página web de Conaf, el alerce milenario no tendría 3.500 años, sino que casi 5.500. Con esto, el viejo alerce de Los Ríos sería alrededor de 600 años más antiguo que Matusalén, el, hasta hoy, árbol más longevo del mundo.
Las razones para mantener una postura de recelo ante este notable descubrimiento científico son variopintas.
Jonathan desconfía de los “intereses empresariales” que suele haber detrás de acontecimientos como este, y también de las autoridades que buscan, de acuerdo con sus palabras, “quedar como los que solucionan el problema, los que llevan el turismo a la costa”.
En un plano más práctico, señala que la situación actual, con respecto a la conservación del Parque Nacional Alerce Costero, ya es delicada.
“La capacidad de carga del sendero y del alerce está excedida. La cantidad de gente que viene es demasiada”, comenta.
Y agrega que “el sendero, por ejemplo, está erosionado, se hacen canales, las raíces están dañadas. Antes del 2012, cuando arreglaron el camino venían 400 personas por temporada, ahora vienen más de 10.000 mil, la mayor parte concentrada en enero y febrero”.
Pero Barichivich dice no ser el tipo de personas que reclama por reclamar. Por esta razón es que está trabajando junto a otros reconocidos científicos chilenos como Álvaro Gutiérrez de la Universidad de Chile, están preparando una propuesta concreta para Conaf.
“La propuesta es proteger el árbol en sí, poniendo una malla orgánica que lo rodee, que no interfiera con la visión ni con las aves ni con el microclima del árbol, cosa que los visitantes no puedan llegar a tocar el tronco ni pisar sus raíces”, agrega.
A su vez, a juicio del científico, el alerce milenario debería ser declarado monumento nacional.
“Lo que queremos acá es que el presidente y sus ministros tomen conocimiento y vengan, y podamos, con la comunidad científica, asegurarnos de proteger el árbol y de que estén los recursos”, sostiene.
Y agrega que “aquí hay que ir más allá, debería ser declarado monumento nacional, porque la gente se confunde. Monumento natural es la especie, pero un monumento nacional es un objeto en particular”, explica el científico.
La Región de Los Ríos, lugar donde se hallaría el árbol más longevo del mundo, constituye aproximadamente el 1% de la economía del país. En los últimos 50 años, la mayor parte de la producción local corresponde al sector de explotación forestal.
En los últimos años tanto para autoridades regionales como municipales, el turismo es el rubro que debería definir la futura estrategia de desarrollo. Es en este punto donde Jonathan vuelve a tener reparos.
“Acá lo que yo planteo es que pasamos de la explotación maderera a la explotación turística. Toda nuestra historia como familia ha sido la de un estorbo para la explotación turística porque a los privados les gustaría que se construyeran caminos y nadie reclame”, señala Jonathan Barichivich respecto de esta estrategia de desarrollo.
Y agrega: “Si es difícil el camino para llegar, que sea difícil. No hagas una carretera para que vengan millones de personas de las cuales una tira un cigarro y se puede quemar el bosque y terminar con cinco mil años de historia”.
Las aprehensiones ante este tipo de sucesos no son gratuitas. Cabe recordar que en el año 2012 un turista israelí inició accidentalmente un incendio que acabó con más de 17.000 hectáreas en el Parque Nacional Torres del Paine, por las que debió pagar una multa de sólo 10.000 dólares.
Es desde este traumático hecho sucedido hace una década, que Jonathan vislumbra soluciones.
“Lo que se hizo en Torres del Paine después del incendio es un ejemplo exitoso del control del turismo en pro de la conservación.El control de público es algo fundamental”, explica el científico refiriéndose al plan de manejo desarrollado en el parque patagónico.
Este incluye medidas como la concientización permanente en redes sociales y un estricto control de transitar solo por senderos explícitamente habilitados, entre otras.
Horas antes de publicar esta nota, Jonathan se puso en contacto con Diario de Valdivia y, tras haberse reunido con funcionarios de Conaf, manifestó su optimismo frente a la futura conservación del bosque de alerces y su célebre habitante, el “Gran Abuelo”.
“Nuestra propuesta ha obtenido una excelente recepción de Conaf, mucho mejor de lo que esperaba. Esto va a ser un gran paso hacia asegurar que la conservación regule el turismo y no de la otra forma, con el turismo regulando la conservación”, concluye.
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