Cumplir un cuarto de siglo me ha hecho pensar mucho. Recuerdos aparecen en mis pensamientos, me hacen reír, sentirme feliz, asombrada y a veces triste.
Hace 25 años el Dippping se usaba hace poco, había con suerte dos versiones, y no existía Pabco y con ello no había baños en las salas, fatal para mujeres que pasábamos toda la tarde ahí, sin embargo, nunca me he sentido discriminada por ser mujer, hay muchas mujeres en el rubro. Los equipos se lavaban con soda cáustica y los guantes estaban recién establecidos como útiles, entre otros aspectos.
Por suerte mía, en los años 2000 – 2005 estaba en boga la salud mamaria, se estaba pagando hace poco por calidad y trajeron a todos los referentes, Pamela Ruegg, Hogan y Smith entre otros. Me encantó el tema y hasta el día de hoy mantengo contacto con varios de ellos para discutir casos.
No existe “salud mamaria” en la malla de medicina veterinaria hasta el día de hoy. Se enseña cómo una enfermedad debe ser tratada. No me era lógico e instintivamente desarrollé una metodología que trabaja en la prevención, buscar los puntos de contagio y realicé protocolos para prevenir mastitis. ¡Me fue estupendo!
Trabajé sola los primeros años, luego ya empecé a trabajar con colegas y hoy en día somos cinco mujeres y un hombre. Trabajamos desde los inicios en lo que llegó a enseñar al mundo la pandemia 2020; la prevención.
El año 2009 comienza a regir la ley 20.380 de bienestar animal y desde el año 2015 soy miembro del comité de bienestar animal del Consorcio Lechero, un trabajo maravilloso de especialistas de terreno, buscando la mejor solución para la realidad de Chile.
Me doy cuenta de que la metodología que hemos aplicado los últimos 15 años en salud mamaria es nada más que bienestar aplicado, solo que usada en un área más pequeña, de salud mamaria.
Comenzamos a expandir esa metodología a las otras áreas, capacitando campos completos para que la certificación no quede en el escritorio, sino que llegue a donde tiene que llegar: a la vaca.
Ahora, ¿cuál es el trabajo y cómo evaluamos?
La gran meta es lograr tener una ubre que se ha desarrollado de la mejor forma posible desde sus inicios en el vientre de su madre, que nos entrega el 100% de su capacidad en leche, que no deja de producir por estar enferma.
Si por algún problema no se logra y se desarrolla una mastitis, muere tejido y deja de producir, pasando desde la poca producción hasta cese total.
A veces se puede recuperar el tejido dañado, parcialmente o entero, pero en ese caso se demora hasta 60 días. Si la mastitis ocurre antes del peak de leche- se pierde ese mismo. A veces el tejido no logra recuperarse y el cuarto queda no funcional.
¿Cómo lo evaluamos?
A través de parámetros que hemos desarrollado en la empresa, son casi 30, que analizan la rutina de ordeña, la calidad del período seco de las vacas, calidad de partos, infecciones intramamarias nuevas, vacas crónicas y vacas sanas, son las más importantes.
Cada predio tiene su dinámica propia que fuera de las instalaciones involucra las personas que forman el equipo, sus conocimientos, motivación y sus experiencias. Aparte de los ordeñadores hay productores, gerentes, administradores, asesores y muchas veces es difícil coordinar a todos para poder trabajar la mejor propuesta para el predio.
Por otra parte, existen varios estudios actuales que han calculado el costo de una mastitis: Por evento de mastitis clínica se calculan 556 Euros. Incluye su riesgo de ser eliminada del rebaño, la baja de producción y sus dificultades de quedar preñada.
Una vaca con mastitis subclínica baja su producción considerablemente con un Recuento de Células somáticas (RCS) de solo 100 mil baja 1,5 kg / día, hasta 4,6 kg/día con un RCS sobre 6.400.000. Hay varios estudios que expresan la baja en kg/ lactancia, en porcentaje. Nosotros generalmente usamos varias fórmulas para estimar la “No-producción”.
Acá un ejemplo real: 11.490 litros por mes deja de producir una lechería de 318 vacas ($5.170.500/mes). En tanto, 19 casos de mastitis clínica equivalen a $10.564.000 siendo el total $15.734.500 mensuales.
Puedo agregar que aquella lechería hoy, exactamente a un año de la asesoría, se encuentra estupendamente bien. De un 30% de vacas sanas subimos a un 67% y los casos clínicos al mes fluctúan entre dos a cinco casos.
Para terminar, cada predio es único. Cada uno tiene vacas, equipo de ordeña, callejones, patios, pero ningún predio que haya conocido en estos 25 años es igual al otro, cómo ninguna persona es igual a otra. Ahí está el desafío, encontrar la solución personalizada para cada uno.
Estoy eternamente agradecida por este cuarto de siglo de aprendizaje y por conocer personas maravillosas ¡Siento que viene mucho más!
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