Los rituales son una parte importante de la vida en sociedad, y cuando esos rituales se desarrollan en torno a la experiencia de la muerte conllevan toda un carga emocional que da origen a memorables y profundas muestras de aprecio hacia quienes ya no están entre nosotros.
Un ejemplo claro de un tipo de tradición fúnebre se encuentra a 20 kilómetros de Valdivia, en el sector Casablanca, a un costado de la Ruta T-206, donde una animita llama la atención por su singularidad.
Se trata de una pequeña reproducción a escala de un camión de Copec, puesto allí para recordar el deceso, pero también la vida, del conductor precisamente de uno de estos camiones que transportan combustible.
Un día a fines de mayo del 2016, José Sandro Barriga Vásquez, de 47 años de edad, salió conduciendo su camión desde la ciudad de Valdivia con rumbo a Los Lagos para luego continuar a Chillán, en una ruta establecida para distribuir combustible a estaciones de servicio.
En ese momento, Barriga se había contactado telefónicamente con un mecánico residente en Los Lagos a fin de que a su llegada a dicha ciudad revisara una falla en la rampa del vehículo. A la hora acordada el conductor no llegó, ni respondió las llamadas que se le hicieron a su celular.
Tras esta anormalidad en la jornada de trabajo del conductor, y tras hacer seguimiento al GPS instalado en el camión, el vehículo fue encontrado al costado de la ruta que une a Valdivia con Paillaco y el cuerpo de Barriga en la litera del mismo, donde se recostó seguramente después de sentirse mal.
Pericias de la Brigada de Homicidios de la PDI descartaron la participación de terceros en el deceso, y a su muerte se atribuyeron causas naturales.
En algún momento tras la muerte del conductor, amigos y colegas camioneros le rindieron homenaje de la forma que es usual en el rubro para quien pierde la vida en la carretera, con una animita que por su forma y construcción sintetiza de la mejor manera posible la esencia del difunto.
El objetivo de una animita es que la memoria del fallecido permanezca entre los suyos, y el testimonio de su existencia sea también extensiva a quienes no lo conocieron. Es un pequeño, emotivo monumento y altar para recordar, reflexionar y respetar.
Y esta pequeña animita reconocible por la réplica de un camión de transporte de combustible continuará, como tantas, a la orilla de la ruta. Ya conocen la historia detrás de ella y a quien deben dirigir sus respetos cuando la vean.
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