La Noche de San Juan era para muchas personas, en especial la gente mayor, el reconocer la existencia de todo un sistema de creencias que hacen de esta fecha algo definitivamente especial, envuelta en un halo de cierta magia y misterio que se mueve entre lo supersticioso y lo religioso, que en los sectores rurales toma mayor fuerza, aunque actualmente en la cultura del avance científico y las redes sociales esté en retirada.
Interesante es cómo se tomaba especial atención a las famosas pruebas, que al realizarlas justo a las 12 de la noche del 24 de junio marcaban la dirección de nuestro futuro, como la prueba de las tres papas bajo la cama, la mancha de tinta sobre un papel doblado, la flor de la higuera, entre otras tantas.
Curioso es también el hecho de que esta fecha no discriminaba a las personas en el sentido de que no importa la clase o condición social, todo el mundo reconocía el carácter ineludible y vigente de la noche mágica y se sometía a su influencia.
Pero ¿por qué existe esta creencia? ¿Cuál es el origen que marcó esta fecha con estas particulares características?
Lo primero que se debe aclarar es que esta fecha coincide con una fecha astronómica muy importante; el solsticio de invierno, que suele suceder el 21 o 22 de junio por lo general y marca el inicio del invierno, con la noche más larga del año, lo que significa que los días comienzan a hacerse más largos hasta que llega el solsticio de verano en el mes de diciembre con la noche más corta del año.
Lo segundo, es que esta tradición la trajo a América el conquistador español, de la mano de la iglesia católica, que a su vez tenía arraigadas viejas tradiciones de los antiguos pueblos de Europa desde antes del cristianismo, ya que en el hemisferio norte la fecha (al contrario que en nuestro sur) coincide con el solsticio de verano, por tanto una fecha de festejos.
Pero queda una duda; ¿por qué el 24 de junio, si el solsticio es el 21 o 22 de ese mes? La explicación está en que a partir del año 1582 gradualmente se impone el “calendario gregoriano” que reemplaza al “calendario juliano” vigente hasta esa fecha, y precisamente en este último el solsticio solía coincidir de mejor manera con el 24 de junio, día que la iglesia católica reconoció como la fecha de nacimiento de san Juan Bautista, ya que el evangelio de Lucas dice que nació 6 meses antes que Jesucristo (25 de diciembre).
¿Les parece sospechoso que los nacimientos del Bautista y Jesucristo caen justo en las fechas de los solsticios de invierno y verano? Bueno, sus sospechas son fundadas, ya que al difundirse el cristianismo e institucionalizarse la iglesia católica en Europa, deben consolidar la nueva fe, lo que se consigue a través de la erradicación de las antiguas creencias y celebraciones paganas de esas fechas, las que a menudo eran para nada en sintonía con el recato y moral de la iglesia, siendo reemplazadas con estos hitos cristianos. Así nacieron el “San Juan” y la “Navidad”.
América
En 1492 Colón llega a América, y con los españoles desembarcan también sus creencias, cristianas y no cristianas, las que se confrontan con el conocimiento y creencias de los aborígenes de esta tierra, pero al mismo tiempo se produce una mezcla de tradiciones que más tarde enriquecieron las tradiciones rurales.
Para nosotros en el sur de Chile nos significó una larga lista de viejas tradiciones y leyendas que impulsaron también al folclor, muchas de las cuales tienen su origen en la cosmovisión mapuche.
El solsticio de invierno es el We Tripantu mapuche, el verdadero inicio de año en el hemisferio sur, la renovación de la tierra que se prepara para la nueva vida que viene con el regreso del sol, ya que los días comienzan a hacerse más largos.
El antiguo mapuche sabía con exactitud el día que vendría el we tripantu, todo por el conocimiento traspasado de generación en generación, basado en la cuidadosa observación de la naturaleza, sus signos y sus ciclos.
Entonces, el conocimiento y creencias impuestas por el conquistador absorbieron muchos aspectos del conocimiento y creencias del mundo mapuche, dando origen a un nuevo conjunto de creencias que dio forma y sello a la noche de san Juan.
Así hay numerosas “pruebas” que se realizan en esta noche, pruebas mas que nada para la valentía de quien las quiera realizar, como el rito de tirar tres papas bajo la cama; una pelada, otra a medio pelar y la tercera sin pelar, para sacar la primera que la mano alcance al día siguiente y marque cómo será tu fortuna por un año, la papa pelada significa carencias, al contrario de la papa sin pelar que es sinónimo de abundancia.
La anterior está entre las pruebas más inocentes, ya que por otra parte también se aseguraba que al mirar un espejo justo a la medianoche junto a una vela, era posible comunicarse con el diablo y hacer un trato con él.
También se dice que esta noche mística es la mejor para descubrir “entierros”, o sea antiguos cántaros llenos de oro que permanecen enterrados y que en esta noche dan a conocer su ubicación a través de luces o fogonazos que desprenden para que el osado que los busca pueda adueñarse de esa riqueza. En la tradición mapuche se da una explicación a este supuesto fenómeno, ya que se trata de liberaciones de ciertos gases subterráneos desde sectores con metales preciosos, producto del cambio de ciclo que está experimentando la tierra.
Otra creencia que expresa claramente la fusión de cristianismo y cosmovisión mapuche, es la costumbre rural de bañarse en un curso de agua antes de la salida del sol del 24 de junio, ya que el agua estaría bendita. Para el mapuche el acto de bañarse en la madrugada de este día obedece a una forma de limpiarse de lo malo del año que termina y recibir de esa manera el nuevo año.
Así que de esta manera los invito a revisar nuestras creencias en esta fecha, no solo desde el ojo de la modernidad, sino también desde el poder de lo antiguo y tradicional. Por una parte ya se está recuperando el we tripantu, pero ¿tiene algo de malo mantener vigente la noche mágica de san Juan?
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